Alicia ya andaba tiempo perdida en el país de las maravillas. Desesperada. Sin rumbo. Rodeada de locuras, de preguntas que nunca se respondían, de caminos que se andaban al revés, de ser demasiado pequeña para ser Alicia y demasiado grande para ser serpiente. Cansada de sonrisas sin gato, de direcciones indirigibles, de finales sin principio y principios que nunca dejaban de empezar, una y otra vez, como una lenta tortura.
-¿Encontraste ya la respuesta?-
No se sobresaltó. Escuchar las palabras del gato de Cheshire en el momento en el que menos se espera, es decir, en un momento como cualquier otro, ya era mucho más normal que sobresaltarse.
Y tampoco hacía falta concretar sobre lo que él le había preguntado. Si la respuesta a esa pregunta fuese el Sol, probablemente la cabeza de Alicia fuese la Tierra.
-No, no lo sé. No sé cuáles son sus puntos débiles, aunque ella sepa los míos. No conozco su debilidad y nunca la sabré-
A Alicia empezaron a escocerle los ojos y todo pareció tornarse borroso. Se preguntaba si tanto "Bébeme" y "Cómeme" le estaría empezando a pasar factura. Pero una voz pausada y tranquila, sin interés en ser escuchada si ello suponía un mínimo esfuerzo y un olor a tabaco hizo que dejara de llegar a conclusiones precipitadas.
-Eressss túuhh-
Tras escuchar eso, la confusión hizo mella en Alicia.¡Faltaba el "quién"!
Definitivamente como oruga estaba mejor, de mariposa había perdido facultades. Más todavía si cabe.
-¡Soy Alicia, ya lo sabes, cansino!-
En ese momento, en medio de la cortina de humo irrumpió el vivo rostro de la cólera envuelto en ridículas alas de mariposa acercándose cara a cara a Alicia.
-¡SU DEBILIDAD, TONTA!-
Y se marchó volando ante la mirada atónita de Alicia y la ajena presencia de Cheshire que había conseguido hacer una especie de túnel con sus rayas y empujar rodando su cabeza por debajo de él.
-Ciertamente ha acertado con gran acierto en la cierta certeza que no acertabas a acertar- dijo Cheshire como si nada y probó a hacer rodar esta vez la cola por dentro del túnel de rayas felinas.
Alicia se quedó pensativa. Si bien ella era la debilidad de la Reina de Corazones, probablemente su mera presencia la debilitaría y, de ese modo, el país de las maravillas quedaría libre.
"¡Qué rematadamente fácil!" pensó. Tan sólo tenía que presenciarse ante la Reina y su cometido finalizaría.
-A palacio. Quiero ir a palacio-
El gato de Cheshire sonrió al escuchar esto. O, tal vez, ni siquiera se inmutara y tan sólo mantenía su expresión normal.
-Pues ve a palacio-le dijo sin hacer ningún ademán de estar interesado en algo que no fueran sus propias contorsiones.
-Pero, ¿por qué camino es?-preguntó ella.
El gato se recompuso y retomó la forma de gato con sus partes más o menos en el sitio que tenían que estar.
-¿Por qué camino va a ser?. ¡Por el camino correcto!. Qué pregunta más tonta. Si vas por el equivocado, te perderás. Es increíble que no lo sepas.-
Alicia puso cara de resignación. ¿Qué otra cosa podía hacer sinó?. ¿Seguir una conversación de besugos?.
-Vale...que te vaya bien, Cheshire-
-Oh, me va mejor que bien. He sido elegido nuevo material deportivo para las partidas de Crocket de la Reina y justo ahora voy a palacio a mostrar mis habilidades-
Alicia pensó que después de oír esto, era mejor permanecer callada porque acabaría diciendo o cosas de las que se arrepentiría o cosas que vete a saber qué harían que se le pasara ahora por la cabeza al gato.
-Bueno, ya se me hace tarde.- dijo Cheshire tras hacer una reverencia despidiéndose. Acto seguido se tiró de cabeza a un río que pasaba al lado del árbol en el que estaba y que Alicia juraría que no estaba allí hacía un rato.
Ella no se lo pensó mucho, se encogió de hombros y se tiró al río como había visto hacer al gato.
Tirarse a ese río fue una experiencia extraña. Aunque no extraña para alguien que lleva vagando días por un mundo en el que todo está donde no debería y lo que debería estar sólo está a ratos.
Alicia notó cómo atravesaba una fina capa de agua y luego cayó al vacío.
"Qué raro, pensaba que flotaría. Al menos un poco" se dijo para sus adentros.
Pero siguió cayendo y, encima, cabeza abajo, cruzada de brazos y con los ojos cerrados sin importarle cómo acabara la cosa.
De repente paró. Abrió tímidamente los ojos para ver donde estaba. Y la majestuosidad de un palacio de corazones rojos la sobrecogió.
Embebida en las sensaciones que los jardines y construcciones reales le producían, no se dio cuenta de que estaba seca, de pie, sobre un charco de un centímetro de profundidad y, lo mejor: en medio de un partido de Crocket siendo observada entre con sorpresa e incredulidad por toda la Corte. Incluida la majestuosa, bella y cruel Reina asesina de corazones, quien, tras percatarse de la presencia de Alicia, dejó entrever una sonrisa de satisfacción.
(Continuará)
jueves, 13 de enero de 2011
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