Dónde sinó querría vivir alguien que allí dónde dulzura y sueños moran.
Aquí estoy. Con mi pijama de Hamtaros rosa, cuco y tan hogareño...
Con mi cigarro recién liado y mi Coca-Cola Light y sin cafeína bien fría.
Reposando mis pies en el suelo de madera cerezo y frente a un enorme televisor apagado.
Recuerdo quién era. No hace mucho. Cuando creía conocerme, cuando tenía todo más o menos bajo control.
Pero no sé por qué ni qué inició mi camino a la pérdida de mi identidad, la pérdida de la férrea seguridad sobre quién soy.
Hace mucho que comenzó esta crisis de identidad y no con pocas secuelas que han dejado tras de sí sucesos que demasiada gente sabe.
Sé cuándo comenzó. Y es muy posible que sepa el qué lo desencadenó.
No obstante, siempre tenía un blog muy personal en donde recordar quién era cuando veía venir posibles extravíos. Pero ahora está Facebook. Tan impersonal, tan diluido.
Y estas necesarias proyecciones de nuestro hogar interior quedan reducidas a rellenar etiquetas ya escritas.
No es del Facebook de lo que quiero hablar, no obstante.
Es de unos cambios que han hecho que me dé cuenta de que o no soy quien creía ser o que no me conocía.
Las personas que me han conocido durante este cambio o crisis de identidad o vuelta a una inmadurez que tenía que madurar, no han acabado con una buena idea de mí.
La inestabilidad que irradiaba les ha atropellado.
Pero por otro lado, no sé cómo se supone que tenía que haber reaccionado ante algunas acciones.
¿Cómo se supone que se ha de reaccionar cuando alguien a quien considerabas amig@ va diciendo cosas horribles de ti? ¿Merece que hables con él/ella cuando no se ha dignado a decirte eso mismo a la cara y en su lugar decirlo por ahí?
Cómo no voy a estar triste si ahora todo ese amor es odio.
Tal vez debiera volver a mi camino y no volver a desviarme para pensar en lo que se fue.
Pero a quiénes dejé: ¿Cómo habríais reaccionado en mi lugar? ¿Os consideráis mejores que yo?
¿No os habríais sentido dolidos, traicionados?
Soy lo suficientemente valiente como para hacerme autocríticas. Algunas incluso realmente crueles.
¿Vosotros os las hacéis? ¿O simplemente dais por válidos todos vuestros errores y no los vislumbráis como tales? O, simplemente, ¿los ignoráis?
A fin de cuentas, la vida sólo ha seguido su curso y está donde debe estar.
Si los buenos días juntos no hubieran acabado, no habrían sido buenos días.
sábado, 16 de abril de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)